martes, 20 de noviembre de 2018

La biblia y los evangelios

Evangelio según san Marcos
Introducción

Este Evangelio fue compuesto por un discípulo o, más exactamente, un «intérprete» del Apóstol Pedro, cuyo nombre completo era JUAN MARCOS. Es el más antiguo, el primero que fue puesto por escrito, cerca del año 70 de nuestra era, y es también el más breve.

Como está dirigido a cristianos provenientes del paganismo, que no conocían las costumbres judías, Marcos se las explica y, asimismo, traduce las expresiones arameas que utiliza en varias ocasiones. Su estilo es vivo y popular, y está lleno de espontaneidad, aunque su lenguaje es pobre y rudimentario.

El Evangelio de Marcos contiene pocos discursos, y se interesa más por las acciones que por las palabras de Jesús. En cambio, los relatos se desarrollan con abundancia de detalles, y en ellos Jesús aparece con las reacciones propias de un ser humano. Marcos destaca especialmente la humanidad de Jesús y, a partir de ella, nos lleva progresivamente a descubrir en él al Hijo de Dios. Porque detrás de su Persona se esconde un gran «secreto», el secreto «mesiánico», que sólo se revela en su Muerte y su Resurrección.
Únicamente en la cruz está la respuesta a la gran pregunta latente a lo largo de todo este Evangelio: «¿Quién es Jesús de Nazaret?». Ciertamente, no es el Mesías glorioso que esperaban sus contemporáneos, sino el Me sías crucificado. La cruz era el camino obligado para llegar a la Resurrección. Todos estamos llamados a seguirlo por este camino, para poder comprender cada vez más profundamente «la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios» (1. 1), que Marcos nos transmite con tanta frescura y sencillez, como un eco fiel del primer anuncio del Evangelio.

Diferencia entre los evangelios

Mateo enfatiza que la venida de Jesús fue planeada y predicha por Dios a lo largo de las escrituras judías (el Antiguo Testamento) siglos antes de Su nacimiento. Su nacimiento, vida, enseñanzas, milagros y muerte cumplieron profecías específicas del Antiguo Testamento. Once veces en su evangelio Mateo incluye profecías y su cumplimiento[3]. Eso indica que probablemente escribió su evangelio pensando en un público judío o judeocristiano, y presentó el material de una manera que ayudara a esa clase de público a abrazar la fe.

El Evangelio de Mateo se estructura en torno a cinco grandes discursos:

1) el Sermón del monte, que trata del discipulado (5:1–7:29);

2) el encargo de Jesús a los apóstoles (8:1–11:1);

3) las parábolas del reino (13:1–52);

4) las relaciones en el reino, que toca el tema de la administración de la iglesia (18:1–19:1);

5) el Discurso del olivar, que habla del juicio (24:1–25:46).

Marcos se centra en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios. Comienza su evangelio con las palabras: «Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios»[8], y también deja constancia de que al morir Jesús el centurión romano que estaba frente a Él dijo:

«¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!»[9] Los espíritus malignos lo llaman «el Santo de Dios»[10] y también «el Hijo de Dios»[11]. En la transfiguración, Dios dice: «Este es Mi Hijo amado; a Él oíd»[12].

Lucas hace hincapié en el hecho de que Jesús vino para todos, incluidos los gentiles. Cuando Jesús nació, los ángeles anunciaron paz para todos los que gozan del favor de Dios[15]. Simeón llamó a Jesús «luz para revelación a los gentiles»[16]. Lucas menciona que Jesús se refirió a gentiles del Antiguo Testamento que se beneficiaron de la gracia de Dios, como la viuda de Sarepta y Naamán el sirio[17]. Muestra asimismo que Jesús habló bien de un samaritano[18] y de un centurión romano[19].

Lucas también enfatiza el papel del Espíritu Santo: el Espíritu cubrió a María con Su sombra[20]; Juan el Bautista fue lleno del Espíritu[21], así como su madre[22] y su padre[23]; también lo fue Simeón en el Templo[24]. Jesús fue especialmente lleno del Espíritu en Su bautismo, y en Su vida se manifestó una y otra vez la presencia del Espíritu[25].

El Evangelio de Juan se divide en dos partes principales, encuadradas entre un prólogo (1:1–18) y un epílogo (capítulo 21). La primera parte (1:19–12:50) suele llamarse libro de las señales. Todos los milagros (señales) de Jesús están en esa parte. La segunda parte, denominada libro de gloria, comienza con la Última Cena (capítulo 13), de ahí pasa al Discurso de despedida (capítulos 14–17) y termina con el relato de la pasión y la resurrección (capítulos 18–20).

El Evangelio de Juan presenta a Jesús como la encarnación de Dios, Dios hecho hombre. Personifica la vida:

«En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres»[26]. «Así como me envió el Padre viviente y Yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por Mí»[27]. Personifica la luz: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»[28]. Personifica la verdad: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí»[29].

En este evangelio, Jesús es también la expresión personal de Dios como Hijo.

Sepan y entiendan que el Padre está en Mí y Yo en el Padre[30]. El Padre y Yo uno somos[31]. Por esto los judíos aún más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era Su propio Padre, haciéndose igual a Dios[32].

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